{{"Ahi va uno de los prototipos de Dios. Un mutante ni siquiera reconocido por la producción en masa. Raro para vivir y escaso para morir."}}

21 diciembre, 2009

GOODBYE BRITTANY

"Toda historia tiene un final, pero en la vida cada final es un nuevo comienzo"
(Pequeñas Grandes Amigas)

01 diciembre, 2009

LOVE SUCKS.

"Ya está, no tiene caso seguir fingiendo. Sí, estoy mal. Y sí, es tu culpa. No, pará. Dejá de justificarte y escuchame. Por favor… no vengas a decirme ahora que te importo. Te hubieses acordado antes. Hubieses recordado que te importaba cuando me insultabas, hubieses pensado que me querías cuando me usabas para divertirte. Porque sí, te parecía divertidísimo ¿No? Verme sufrir por tus maltratos, sin poder quejarme porque eso no hacía más que provocarte más burlas y, por lo tanto, mucho más dolor para mí. No me mires así, los dos sabemos perfectamente que te dabas cuenta de lo mucho que me lastimabas. No sigas intentándolo, tus ojos perdieron el poder sobre mí. Ahora el desprecio es más fuerte. No, ya te dije que no. No quiero gritar, estoy controlándome; porque si grito tal vez hasta empiece a llorar de la bronca que me das. No me jodas… ¿Amigos? ¿Vos y yo? Es patético ¿Por qué no fuiste mi amigo todas esas veces que podrías haberte ahorrado una que otra frase cortante, punzante? Si sabías… ¿No podías simplemente tomar en cuenta que me iba a doler mucho mas viniendo de vos que de cualquier otra persona? Sí, claro que sabías. Pero también sabías que queriéndote como te quería no me iba a costar perdonarte una y otra vez. Y lo aprovechaste. Así que ahora no vengas haciéndote el bueno a decirme que está todo bien, que no importa, que puede ser todo igual. No quiero que sea todo igual. Pero sé que con vos las cosas nunca van a cambiar. No, pará. Callate y escuchame, por una vez en tu vida ¿No querías eso acaso? ¿Que hablase? Ya que vos no tuviste el valor, el deseo, la decencia de hacerlo. Ahora estoy hablando yo y te agradecería si por primera vez desde que somos “amigos” escuchás lo que tengo para decirte. Quizás si lo hubieses hecho antes te habrías enterado de cómo soy y ya sabrías que no perdono, que doy demasiadas oportunidades como para hacerlo. Tal vez habrías entendido que para desestabilizarme hace falta muy poco y que para perderme hace falta mucho; pero cuando lo hacés ya no me recuperás. Ok, ok, me estoy yendo por las ramas. Otra vez… ¿Dónde estábamos? Ah, sí… no, no podemos ser amigos ya ¿Encima me preguntás por qué? ¿No se te ocurre nada? Te juro que no entiendo cómo en menos de una semana pasé de quererte locamente a detestarte como lo hago. Sólo ver esos ojos que me hipnotizaban ahora me crispa los nervios, eleva mis niveles de ira… ¿Por qué? ¿Por qué, preguntás? ¿No te parece suficiente todo lo que dije antes? ¿O tal vez no estabas escuchándome; desinteresado, como de costumbre, de cualquier cosa que tenga que ver conmigo? No podemos ser amigos porque ya no tengo ganas. No quiero más de esa manera enferma que tenés de “querer”; no quiero aguantar tu estúpida forma de relacionarte, me cansé de tus altibajos y la manera en que lográs siempre convertirme en una víctima de ellos. Podría decir que me sos indiferente, pero sería hipócrita. Después de lo mucho que te quise, no hay lugar para un sentimiento tan frío y desapasionado como la indiferencia. Podría decirte que te odio; te desprecio. Sí, es eso. Pensar que tantas veces te defendí de gente que me decía todo lo que después resultó ser verdad. Qué estúpida ¿Sabés? Yo pensaba que eras un buen flaco. Soporté muchas ofensas convenciéndome de que lo hacías inconsciente de lo mucho que me lastimabas. Sí, siempre fui así de tonta. No te creas especial… ¿Y bien? ¿No tenés nada que decir? No me sorprende. Tal vez sea porque siempre fuiste un cobarde, o tal vez porque son las 3 de la mañana y yo estoy pensando qué decirte mientras como helado y culpo por mis lágrimas a la triste película que están dando por televisión."

27 noviembre, 2009

Harvey Milk Memorial

"Les pido esto: que si al final hay un asesinato,
quiero que cinco, diez, cien, mil personas se alcen; 
si una bala entra en mi cerebro, 
dejen que destruya las puertas de todos los armarios
les pido que el movimiento continúe 
porque no importa el beneficio personal, ni el ego, ni el poder, 
sólo importa que las minorías estén ahí arriba, 
y no sólo los gays, sino los negros y los asiáticos y los ancianos y los minusválidos, las minorías... 
sin esperanza las minorías se rinden; 
ya sé que no se puede vivir sólo de esperanza, 
pero sin esperanza no merece la pena vivir
así que , y , y , tienen que darles esperanza... tienen que darles esperanza."
Harvey Milk.
(Nueva York, 22/5/1930 -
San Francisco, 27/11/1978)

12 noviembre, 2009

Disfrazando de espera lo que no es más que resignación.—


Y hoy es uno de esos días en que tu recuerdo se siente más que nunca y pesa hasta asustar. Uno de esos días en que podría huir muy, muy lejos y ya no volver. Uno de esos días en que el llanto pugna por salir y lo detiene ese estúpido deseo de sentirme fuerte. Uno de esos días en que tu ausencia se cruza con mi rutina  para espantarme con todo lo que quise que fuera y nunca fue. Y duele decir “tu ausencia” porque hace pensar que alguna vez estuviste acá. Y me obligo a admitir que lo mío es una alta dosis de nostalgia que roza la esquizofrenia; esa locura en la que tu falta me hace caer. Y es que ya estoy medio loca de pensarte; tanto que a veces llego a sentirte. Estoy algo demente de tanto estar sola imaginado que ya vas a llegar. Cansada de tanto levantarme para volver a caer. Aturdida de tanto llorar esperando que contestes a mis desesperados llamados.

Esta es una de esas tardes en que muerdo las horas, impaciente a la espera de algo que no va a ocurrir. Una de esas tardes que devienen de mañanas tristes y asustadas y desembocan en angustiosas madrugadas. Una de esas tardes que aparecen una vez al mes, justo cuando todo parecía andar bien. Una de esas tardes me recuerdan que todavía te quiero, aunque nunca vayas a saber quién soy. Un doloroso conjunto de instantes que me hacen rogar al olvido que te lleve más lejos de lo que ahora estás. Un insoportable transcurrir de minutos que nunca parece acabar. Un continuo resonar de tictacs en mis oídos, que acompasadamente me hablan de lo enorme de mi soledad. Un puñado de segundos que hace que cada exhalo me duela; pensando que, no importa qué haga, nunca voy a sacarte del todo de mí. Un pesado recorte de horas, sacado del común de mis días para acentuar la tortura de saberte imposible. La firma de mi sentencia a una cadena perpetua de agonía implorándole al tiempo que extirpe de mi piel los rastros que tu amor nunca dejó.

05 octubre, 2009

Ese miedo al que no le cuesta entrar pero no quiere salir.

La calma se vuelve inexplicablemente sospechosa. 
Sabés que va a pasar. 
Lo sentís venir. 
Y así, casi repentinamente, llega. 
Respiración agitada. 
Latidos desbocados. 
Temblor. 
Escalofríos y un calor que te quiebra. 
Terror. 
Adrenalina. 
Querer correr. Huir. 
Ir muy lejos. 
Y este sentimiento que no llegás a explicar. 

Es saber que si lo intentás no va a servir y que si no lo hacés no vas a poder dormir. Y descubrir que querer no es poder. Y entender que no se puede, pero aún así seguir queriendo. Y seguir tratando a sabiendas de que es en vano; más por inercia que por perseverancia. Comprender que de entre tantas cosas elegiste la imposible y que viviste soñando algo que no va a pasar. Escuchar todas esas risas y voces que se burlan; creer que tienen razón. Pelear infructuosamente buscando la solución a un problema que nunca fue tal. Y rebelarse al llanto porque sería dejarse vencer. 

Y tener miedo. 
Mucho miedo. 

Justo vos, 
que siempre te jactaste de no temerle a nada.
 
Ataques de pánico después de serle indiferente a la soledad, el abandono, la oscuridad, el silencio, la muerte y otros monstruos. Enfrentarse al mayor de tus fantasmas; el más grande, el más temible. Eterno como la vida de un hombre que supo burlarlo. Casi indestructible, cual nube de niebla que se corta con hachazos de seguridad pero que a la primera oportunidad volverá a amontonarse sobre tu cabeza. Punzante como el sabor a angustia que deja en los rincones de algunos cuartos vacíos. Doloroso; tanto como las lágrimas que caen sobre las alfombras. Resonante como el sonido del cuerpo que impacta contra el piso, derribado por el flagelo del miedo, acosado por la certidumbre de la frustración. 
Y te deja de rodillas. 
Y lastima. 
Y asusta —ATERRORIZA—. 
Y amenaza. 
Y duele. 
Y se clava en la nuca como una lámpara maldita que no para de arder. 
Sí, 
arde. 
Y punza. 
Y no para. 

Es angustia. 
Es dolor. 
Es decepción. 
Es miedo. 
Es frustración. 

Es FRACASO.

19 septiembre, 2009

Y llega un nuevo año, que {espero} será 
más dulce que el anterior.
Shaná Tová.

(19-Septiembre-2009/1-Tishrei-5770)

13 septiembre, 2009

Quiero escucharte hablar un idioma hecho de silencios.-

Vamos, decilo. SÍ, eso. Decime todo eso que se nota que tratás de expresar cuando me mirás a los ojos y ambos callamos a la espera de que el otro se anime. Sé que hay algo ahí. Más allá de los silencios y las miradas de reojo. Más allá de los suspiros y los deseos reprimidos. Animémonos y gritémoslo. Aturdámonos con palabras mudas formadas por los sonidos de nuestras caricias y las sílabas de los acelerados latidos de nuestros corazones. Contame todo con los ojos, que sé que lo voy a entender. Te responderé con un batir de pestañas y me acercaré a vos. No, no hables. Ya es tarde para palabras. Ya ambos lo sabemos. No importa si pasaste horas pensando en la mejor forma de decirlo. Ahora ya pasó el momento en que habría funcionado. Una vez me dijiste que nunca fuiste bueno con las palabras y que no sabes darte a entender. Dijiste que por eso te gusta hablar conmigo; que entiendo tus silencios e interpreté tus gestos. Ahora es nuestro oportunidad entonces. Pongamos en práctica ambas capacidades y entendámonos sin palabras. Hagámoslas inútiles. Tengamos silenciosas conversaciones usando solo el lenguaje de tus manos, mis sonrisas, nuestras miradas y el fluir de los minutos y las horas. Escapémonos de la rutina de la voz y reemplacémosla por los sonidos de las pestañas al cortar el aire, las manos al buscarse mutuamente y las respiraciones al agitarse. Dejemos en el pasado todas las horas de angustia ante la perspectiva de seguir callando, todas los intentos de hablar frustrados por el miedo, todas las veces que nos odiamos tras la decepción del silencio ajeno, cada una de las veces que intentamos (inútilmente, cabe aclarar) olvidarnos, esos días en que soñamos con dejar de querernos, esas lágrimas que vertimos a escondidas creyendo que nunca estaríamos juntos, ese recuerdo que nos lastimaba cada vez que volvía y  aquella canción que sonaba mas fuerte en nuestras cabezas cuando nos veíamos obligados a separarnos otra vez con la frustración de seguir guardando aquel secreto que a viva voz gritaban nuestros cuerpos,

Contame eso que ambos sabemos, que lo quiero escuchar. Quiero escucharte decirlo todo sin sonido alguno.

03 septiembre, 2009

26 agosto, 2009

AL LECTOR

La necedad, el yerro, el pecado, la roña
ocupan nuestras almas, nuestros cuerpos alteran,
y como los mendigos sus piojos,
así nutrimos nuestros blandos remordimientos.

Nuestro pecado es terco, nuestra contricción floja;
con creces nos hacemos pagar las confesiones,
y alegres regresamos al camino fangoso,
creyendo nuestras culpas lavar con viles llantos.

En la almohada del Mal Satán es Trigemisto
quien largamente acuna nuestro ser hechizado,
y el precioso metal de nuestra voluntad,
íntegro lo evapora ese sabio alquimista.

¡El Diablo es quien maneja los hilos que nos mueven!
Incluso en seres inmundos hallamos seducción;
y sin horror en medio de tinieblas hediondas,
cada diaria hacia el infierno descendemos un paso.

Tal como un mísero libertino que besa y mordisquea
los martirizados senos de una ramera vieja,
robamos de pasada algún placer clandestino
que a fondo, como una naranja seca, exprimimos.

Denso, hormigueante, así como un millón de helmintos,
un pueblo de Demonios hierve en nuestras cabezas,
y cuando respiramos, la Muerte a los pulmones
baja, río invisible, con apagadas quejas.

Si el estupro, el veneno, el puñal y el incendio
de agradables dibujos no ornaron todavía
el trivial cañamazo de nuestra pobre suerte,
es, ay, porque nuestra alma no es bastante atrevida.

Pero entre chacales y panteras, linces y monos,
escorpiones y buitres, y también serpientes,
los monstruos aulladores, rampantes, gruñidores
de todos nuestros vicios en la leonera infame,

¡hay uno que es más feo, más inmundo, más malo!
Sin lanzar grandes gritos ni mostrar grandes gestos
convertiría a gusto la tierra en un despojo
y se tragaría al mundo con sólo bostezar;

¡Es el Tedio! — De llanto involuntario
llena la mirada, su pipa fuma y sueña patíbulos.
Tú conoces, Lector, al delicado monstruo,
hipócrita lector - mi igual —, ¡hermano mío!

Charles Baudelaire
Las flores del mal (1857)

04 agosto, 2009

Cansada de simular que no quiero fundirme con [en]vos.

Vení, acercate, que voy a decirte al oído todas esas cosas que mi cuerpo te grita y que me da pudor decir en voz alta. Voy a darle palabras a todo eso que ya sabés porque vos lo estás provocando. Voy a pedirte que le hagamos caso a nuestros instintos y ya no nos detengamos. Quiero que me toques como hace tiempo no lo hacés; de esa manera lasciva, impúdica, desvergonzada. Que me toques y se me agite la respiración, se despierten todas mis terminaciones nerviosas y se me nuble la mente (quiero olvidarme de quiénes somos). Quiero que nos comamos a besos en la cama de un hotel barato e impersonal. Quiero que cada milímetro de mi piel conozca tus labios. Mordamos, chupemos, acariciemos, toquemos, gimamos, gritemos. Quiero que mi cuerpo choque contra el tuyo y me lleves más allá de lo que pueda imaginar. Te deseo. Deseo tus manos, tus labios, tu lengua. Recorré con ellos mis piernas y detenete en esos lugares que sabés que me ponen la piel de gallina. Arrastrémonos juntos por las sábanas de segunda mano e impregnémoslas con nuestro sudor, nuestro aliento y nuestras palabras. Dejemos que vaguen nuestras manos en ese terreno desconocido que es el cutis del otro. Abandonemos el mundo por unas horas y encerrémonos a vivir entre cuatro paredes de pintura descascarada lo que nuestros ojos se ruegan con ardientes miradas. Animemonos a quitarnos con la ropa todas las precauciones, los miedos y las apariencias. Enloquezcamos de pasión una tarde nevada y convirtamos el cuarto en una siesta soleada. Palpemos el deseo entre los dos y démosle rienda suelta a la imaginación. Dejemos que nuestros cuerpos se entiendan sin palabras, porque nuestras bocas están ocupadas y de todas formas ya no tenemos aliento ni voz para pronunciarlas. Ahoguémonos en la locura desenfrenada del momento (quiero naufragar en vos). Derritamos esa pared que se erige entre ambos y toquémonos. Deshagámonos una y otra vez a base de caricias.

Quiero recostarme a tu lado y charlar de lo raro que es todo esto. Hablar de banalidades sin mencionar el futuro ni los sentimientos. Vestirme mientras me comés con los ojos y no terminar de hacerlo antes de estar de nuevo junto a vos. Alborotarte el pelo y volver a mi casa todavía con tu olor entre la ropa y una que otra marca de tus labios en la piel. Mentirle a todos cuando me pregunten dónde estuve y con quién. Callar el secreto que se hace palpable entre los dos cuando chocamos las miradas y sonreímos con las mejillas apenas encendidas. Regresar a mi vida normal; soñando con otro y sin que tu esencia se cuele entre mis pensamientos. Quiero abandonar ese hotel de tercera y dejar ahí nuestra historia. Dejarla escondida en un cuarto de número desconocido y sin llevarme nada que pueda recordarme a ese momento que nunca debió pasar pero que gracias a Dios pasó. Quiero sólo una vez. Probarte para no desearte más. Saciarme de vos para ya no tentarme con ese magnetismo que tenés sobre mí. Hastiarme de tu sabor, tu voz y tu roce para ya no anhelarte nunca más.

20 julio, 2009

Confesiones de un corazón confundido.

Angélica nació hace ya diecisiete inviernos y unas cuantas lunas. Tiene ojos grandes, mirada triste y una sonrisa que parece agarrada con pinzas y que le sorprende que todos crean real. Lleva las uñas pintadas de negro, con el esmalte saltado y los bordes irregulares de tanto comérselas. Es por la ansiedad que no ha aprendido a controlar todavía. En su pelo se amontonan los distintos colores que el tiempo ha ido marchitando como sueños de otra vida que se marchan dejando sólo una franja muerta y desprovista de color. Se reconoce adicta al té y se ríe porque sabe que las casi siete tazas diarias están afectando su sistema nervioso. No sabe mucho de olvido o esperanza, pero conoce a fondo la indiferencia, el fracaso, la frustración, la tristeza y el rechazo. Ella no cree en Dios, en ángeles, en brujería, reencarnación o almas gemelas. No cree en la felicidad, el destino ni los finales felices. No le gustan los finales. Los odia. Tampoco cree en los “para siempre”. Piensa que cada vez que aparece un “para siempre” es para encubrir un “hasta nunca”. Tantas veces oyó lo mismo, tantos amigos vio desaparecer en las fauces de estas dos palabras. Porque ella admite que sólo le teme al fracaso y al olvido. Le aterran. Su simple insinuación la desequilibra. La trastorna. No hay nada más que pueda dejarla en vela noches enteras. Nada más que la aterrorice de esa manera. No existe otra cosa que la haga desfallecer y la deje sollozando de rodillas. Y los odia por eso. No le gusta caer, no le gusta rendirse ante la desesperación. Detesta sentirse débil. Y eso es precisamente lo que siente esas noches cuando cae al suelo con la cara entre las manos, creyéndose una tonta.

Angélica ama el arte. El cine, la música y la literatura son sus debilidades. Escucha The Rolling Stones y Pink Floyd; lee los libros de Stephen King y Agatha Christie [y los de Harry Potter, los cuales devora una y otra vez] y enloquece con Tim Burton en cualquiera de sus expresiones. Sueña con ser algún día la mitad de lo que él es. Quiere dirigir una película así como las suyas; oscura, compleja, con estilo, buena. Es probablemente su mayor ambición, sólo comprable con la ilusión que guarda de ver algún día publicados todos esos papeles sueltos donde garabatea sus sentimientos e inventa historias que le gustan más que la suya. Hace rato que Angélica decidió que lo que quiere y le gusta es el arte. Hizo un curso de danza y la escuela le obligó a abandonar. Pero se prometió que algún día va a volver. Es su materia pendiente, su sueño a realizar. 

Ella es catalogada de loca y rara. Y admite que lo es un poquito. Decididamente es distinta. Y se nota en la forma en que habla, se mueve, piensa o calla. En la manera en que apoya los ojos en la nada y se pierde. En su modo de sentir las cosas; crudo, descarnado, extremo. En la facilidad con la que rinde un examen sin haber tocado un libro del tema [y no porque sepa, sino porque no le importa]. En la rapidez y fluidez con la que puede sostener esas retorcidas ideas que tiene y esos ideales que defiende hasta que se le acaba la voz. En la capacidad que tiene para hacer suyas historias que no le pertenecen hasta terminar llorando con cada fantasía que experimenta. Porque ella no lee libros ni ve películas. Ella los vive. Los hace parte de sí y después le duele dejarlos ir. También se evidencia su desemejanza del resto cuando camina. Va lento, hablando consigo misma, mirándose los pies. Se detiene a observar cosas normales que ante sus ojos cobran nuevos matices. Hasta se viste diferente a los demás. Colores oscuros, maquillaje fuerte y muchos accesorios. La señalan en la calle por eso. Porque Angélica no nació en un lugar que le guste o en el que encaje. No. Ella viene de una ciudad chiquita que se hace pasar por más y a la que odia. Es originaria de una sociedad de montaña con todas las letras. Cerrada, conservadora. Una pequeña ciudad donde todos lucen parecido y piensan igual y lo distinto está mal visto.

Ella tiene amigos, pero ya no sabe cuáles son de verdad. Le mienten, la decepcionan, la olvidan, la abandonan, vuelven, la traicionan. La gente entra y sale y ella sigue igual. Sin inmutarse. Sin sentir nada. Sin llorar. Hace tiempo decidió que quería dejar de llorar. Que sería fuerte. Que no volvería a caer. Y lo consigue. O al menos la mayor parte del tiempo lo logra. Eso de ser fuerte no es una pose, no pretende que los demás lo crean. Ella admite que puede ser muy débil. Admite que a veces se esconde debajo de las frazadas de su cama, al borde del colapso. No desmiente que las películas le hacen llorar y que leyó pocos libros con los que no haya terminado sollozando. Lo acepta, pero no lo muestra. El resto lo sabe, pero no lo ve. Y si no se ve todavía existe la posibilidad de que no sea real. Y es precisamente eso lo que ella quiere. La duda. La incertidumbre. Porque todo en su vida es así. Real a medias. Sus amigos, sus anhelos, sus palabras, sus deseos, sus amores.

Angélica tiene un amor al que tacha de imposible. Mientras, lo sigue soñando. Ella quiere gritarle lo mucho que lo quiere, pero no se anima. Sabe que si lo hace él la rechaza y ella lo pierde. Lo mira día tras día. Hablan, se juntan, se ríen. Pero no busca más porque no lo hay. Entiende que hacerlo sería una pérdida de tiempo y un malgasto de suspiros. Comprende que así sólo lograría herir más su ya maltrecho corazón.

Ella vive a su modo, cuando puede. Cuando la dejan. Habla un poco a los gritos de cosas que se supone no debe hablar. Expone sus ideas sin preocuparse demasiado por las susceptibilidades ajenas. No opina de religión para no lastimar a los demás [Pero hay veces que le importa muy poco eso y se destraba. Y ahí hay que escucharla despotricar. Odio a la Iglesia Católica. La aborrece. La culpa de tantas cosas. Angélica se define como judía conversa y lo siente mucho más de lo que lo dice]. Si no va a la escuela duerme muchas horas del día y pasa las noches en vela. Le gusta mucho la noche. Se siente mejor en su soledad, su oscuridad, su silencio. No le asustan, porque sabe que ella puede combatirlos. Es más fuerte y más grande que el miedo.

Angélica sufre, miente, finge, sueña. Caza frases, recuerda gestos, inventa conversaciones, conserva imágenes, anexa canciones, confunde fechas, imagina futuros. Es una chica complicada. Un alma inestable. Una mente desequilibrada. Un corazón confundido.

12 julio, 2009

Ryan Ross, ése fue el peor regalo de cumpleaños de mi vida


Now I'm of consenting age to be forgetting you in a cabaret.

Somewhere downtown where a burlesque queen may even ask my name

As she sheds her skin on stage

I'm seated and sweating to a dance song on the club's P.A.

The strip joint veteran sits two away

Smirking between dignified sips of his dignified peach and lime daiquiri


[And isn't this exactly where you'd like me

I'm exactly where you'd like me, you know

Praying for love in a lap dance and paying in naivety]


{{Just stay where I can see you

Douse the lights!

We sure are in for a show tonight}}


I'd chime in with a "Haven't you people ever heard of closing a goddamn door?!"

No, it's much better to face these kinds of things with a sense of poise and rationality.


Is it still me that makes you sweat?

Am I who you think about in bed?

When the lights are dim and your hands are shaking as you're sliding off your dress?

Then think of what you did

And how I hope to God he was worth it.

When the lights are dim and your heart is racing as your fingers touch his skin.

I've got more wita better kissa hotter toucha better fuck

Than any boy you'll ever meet, sweetie you had me

Girl I was it, look past the sweat, a better love deserving of

Exchanging body heat in the passenger seat?

No, no, no, you know it will always just be me


Come save me from walking off a windowsell

or I'll sleep in the rain.

Don't you remember when I was a bird

and you were a map?



Picking up things we shouldn't read,

Looks like the end of history as we know,

It's just the end of the world.


Back to the street where we began,

Feeling as good as lovers can, you know,


Into a place, where thoughts can bloom,

Into a room where it's nine in the afternoon ,


{[The ink is running towards the page

Chasing off the days

Look back at both feet and that winding knee

I missed your skin when you were east

You clicked your heels and wished for me

Through playful lips made of yarn

That fragile Capricorn 

unraveled words like moths upon old scarves

I know the worlds a broken bone

But melt your headaches, call it home]}



She said she'd won the world at a carnival

[...]

But who could love me?

I am out of my mind

Throwing a line out to sea

To see if I can catch a dream


Things are shaping up to be pretty odd

Little deaths in musical beds

So it seems I'm someone I've never met


Things have changed for me, and that's okay

I feel the same, I'm on my way, and I say

Things have changed for me, and that's okay…


((When the sun found the moon

She was drinking tea in a garden

Under the green umbrella trees

In the middle of summer


So he said, "Would it be all right

If we just sat and talked for a little while

If in exchange for your time

I give you this smile?"


So she said, "That's okay

As long as you can make a promise

Not to break my little heart

Or leave me all alone in the summer."))


Well he was just hanging around

Then he fell in love

And he didn't know how

But he couldn't get out


Allow me to exaggerate a memory or two

Where summer's lasted longer than

Longer than we do

Where nothing really mattered

Except for me to be with you

But in time we all forgot

And we all grew

[...]

You've never been so divine

In accepting your defeat

And I've never been more scared to be alone

If love is not enough to put my enemies to sleep

Then I'm putting out the lantern

Find your own way back home 


Innocence. 

Sunk the glow and drowned in covers, 

send for all your absent lovers things. 


Go on, 

grab your hat and fetch a camera. 

Go on, film the world before it happens. 


Give me envy, give me malice, give me your attention
Give me envy, give me malice, baby give me a break
When I say shotgun, you say wedding
Shotgun, wedding, shotgun, wedding

Hey moon, please forget to fall down

Hey moon, don't you go down


Ryan Ross y Jon Walker abandonan Panic at the disco 

=(