{{"Ahi va uno de los prototipos de Dios. Un mutante ni siquiera reconocido por la producción en masa. Raro para vivir y escaso para morir."}}

05 octubre, 2009

Ese miedo al que no le cuesta entrar pero no quiere salir.

La calma se vuelve inexplicablemente sospechosa. 
Sabés que va a pasar. 
Lo sentís venir. 
Y así, casi repentinamente, llega. 
Respiración agitada. 
Latidos desbocados. 
Temblor. 
Escalofríos y un calor que te quiebra. 
Terror. 
Adrenalina. 
Querer correr. Huir. 
Ir muy lejos. 
Y este sentimiento que no llegás a explicar. 

Es saber que si lo intentás no va a servir y que si no lo hacés no vas a poder dormir. Y descubrir que querer no es poder. Y entender que no se puede, pero aún así seguir queriendo. Y seguir tratando a sabiendas de que es en vano; más por inercia que por perseverancia. Comprender que de entre tantas cosas elegiste la imposible y que viviste soñando algo que no va a pasar. Escuchar todas esas risas y voces que se burlan; creer que tienen razón. Pelear infructuosamente buscando la solución a un problema que nunca fue tal. Y rebelarse al llanto porque sería dejarse vencer. 

Y tener miedo. 
Mucho miedo. 

Justo vos, 
que siempre te jactaste de no temerle a nada.
 
Ataques de pánico después de serle indiferente a la soledad, el abandono, la oscuridad, el silencio, la muerte y otros monstruos. Enfrentarse al mayor de tus fantasmas; el más grande, el más temible. Eterno como la vida de un hombre que supo burlarlo. Casi indestructible, cual nube de niebla que se corta con hachazos de seguridad pero que a la primera oportunidad volverá a amontonarse sobre tu cabeza. Punzante como el sabor a angustia que deja en los rincones de algunos cuartos vacíos. Doloroso; tanto como las lágrimas que caen sobre las alfombras. Resonante como el sonido del cuerpo que impacta contra el piso, derribado por el flagelo del miedo, acosado por la certidumbre de la frustración. 
Y te deja de rodillas. 
Y lastima. 
Y asusta —ATERRORIZA—. 
Y amenaza. 
Y duele. 
Y se clava en la nuca como una lámpara maldita que no para de arder. 
Sí, 
arde. 
Y punza. 
Y no para. 

Es angustia. 
Es dolor. 
Es decepción. 
Es miedo. 
Es frustración. 

Es FRACASO.