{{"Ahi va uno de los prototipos de Dios. Un mutante ni siquiera reconocido por la producción en masa. Raro para vivir y escaso para morir."}}

10 enero, 2009

La noche del primero de enero del 2009. La primera noche del año. Soñé con vos. Me necesitabas, me llamabas. Tal vez todavía me necesites en la realidad. Yo no puedo dejarte atrás aún. La primera noche del año, el primer sueño del año. El primer dolor. Significativo, dicen algunos; divertido, otros. Yo digo que fue angustiante.

Sí, me llamabas. Me pedías que fuera a tu encuentro, pero una pared de gente me apartaba y una pared de vidrio me frenaba. Entre caras desconocidas, rodeado de angustia y muerte, me reconocías. Me querías a tu lado y yo ansiaba llegar a vos.

El primer sueño del año. Y eras vos el protagonista. No los amores fallidos ni los nuevos amigos. No los miedos latentes ni los dolores recurrentes. Vos. La persona que, tal vez, ya me olvidó.

Nunca recuerdo tan bien los sueños. En éste no hay espirales de colores, vacíos oscuros ni partes borradas. Está impreso en mi memoria, en mis retinas, en mi alma, en mi piel. Cómo olvidar tanto dolor, tanta angustia, tanta desesperación.

Me pregunto si ahora pensás en mí como una tonta. Tal vez sí. La tonta que te quiere aunque vos no la recuerdes. La tarada que no se da cuenta de que todo eso ya quedó atrás. Y sí, eso soy. Soy una tonta que todavía cree que sos alguien importante. Una tonta que se acuerda de que hoy es tu cumpleaños. Que quiere visitarte, abrazarte y decirte que te extraña. Una tonta que escucha “I miss you” de Blink-182 y se acuerda de vos. Una tarada que, a veces, pone Tokio Hotel y casi llora recordándoTE. Una idiota que todavía guarda ese secreto como una prueba de que la amistad no ha muerto.

La mañana del dos de enero del 2009. La primera madrugada sobresaltada del año. La primera tristeza. Las primeras incomprensiones, las primeras burlas de un año que promete muchas más. Estoy acostumbrada. Ya no importa. No si, dentro mío, puede arder una esperanza de que todavía me quieras.

Lo patética que me siento escribiendo esto. Espero que nunca lo leas. O tal vez estaría bueno que lo hagas. Que sepas que lo mucho que te quiero no cambia. No importa si estás lejos. O si estás ausente. No importa si estás en una cama de hospital conectado a miles de cables, llamándome tras una pared de vidrio y un muro de carne y ojos que te miran. No importa.

Un nombre. Cinco letras que me hacen pensar inmediatamente en dos palabras; diez letras. Una etiqueta que te puse y no te quiero sacar.

Mejor amigo.



Lucas.







(Feliz cumpleaños)