¿Sabes quién yace muerto en el fondo del lago? El hijo de un médico
rural de Ohio, que se negó a seguir los pasos de su padre porque era un
hombre del siglo XX. Era un chico que se coló bajo la tienda de una
guerra lejana, sólo porque ya no le interesaban las motos y los coches.
Porque sentía pasión por la máquina voladora. No conocía más bandera ni
más enemigo que la muerte. Cuando acabó la guerra se convirtió en héroe a
su pesar. Él no pidió los confetis y las banderitas. Y huyó de todo
ello. Estuvo perdido hasta que descubrió esos pilones. Esos tres
huesudos dedos de la muerte que se alzan de la tierra esperando hacerle
caer en picado. Y persiguió a esos pilones de costa a costa. Canadá en
verano, México en invierno. Los cuatro viviendo con una sola maleta y un
solo abrelatas. Y no buscaban dinero, ni tampoco la gloria. Porque la
gloria duraba hasta la carrera siguiente. Era un hombre conquistado por
la máquina de volar. Y eso no es todo. Abandonó cualquier ambición
terrenal. Hogar, familia y amor. ¿Por qué? Porque en su fuero interno
sabía que un hombre sin sangre en las venas tenía que caer… antes o
después. Y Roger Shumann cayó. La noche anterior a caer en el lago… cayó
tan profunda y duramente por culpa de la máquina de volar… que el
aceite de motor escapó de sus venas. Y su corazón, cargado de vergüenza,
volvió a bombear sangre. Cuando dobló el último pilón era algo que
creyó que nunca volvería a ser. Un ser humano. Sólo murió porque pensó
en los seres humanos que podía matar si aterrizaba en la pista. Entre
ellos se hallaban una mujer y un niño cuyo amor finalmente había
aceptado. Una esposa y un hijo por quienes quería traicionar a la
máquina voladora. Y ésta le traicionó a él. Murió con una muerte de
héroe. Y merece nuestras lágrimas. Así que lancen suavemente la tierra
en su tumba. Quítense el sombrero. Inclinen la cabeza. Y lean con
respeto su epitafio:
Hace 4 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario