{{"Ahi va uno de los prototipos de Dios. Un mutante ni siquiera reconocido por la producción en masa. Raro para vivir y escaso para morir."}}
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06 junio, 2012

23 enero, 2011






Touch-a,
touch-a,
touch
me
I wanna be dirty






tengo
el blog completamente abandonado. No es como si a alguien le interesase, pero prometo volver de vacaciones y volver a él.

11 mayo, 2010

El chico la quería; ciega y locamente. Y ella… bueno, nunca nadie supo bien qué sentía ella. Si les preguntabas, él aseguraba haberse enamorado del triste aire soñador que la envolvía. Ella, en cambio, decía que le gustaban sus ojos negros, grandes y la forma en que le brillaban cuando la miraba. La pasaban bien. Esa chica era su mundo. Él no era más que una mínima parte del de ella. 

La chica había querido alguna vez. Se había entregado, se había regalado incondicionalmente. Así, irrevocable y perdidamente; un amor de película. De esos con mariposas, flores y rubores y sonrisas tímidas bajo las sábanas. Un amor de esos que erizan la piel, que se llevan al mundo por delante, empapados de arrolladora pasión. Sí, ella lo había dado todo y el resultado había sido devastador: el corazón roto y madrugadas enteras rogándole a la Luna entre sollozos que volviera el tiempo atrás.


Así la conoció él. Y así la quiso. Suave, triste, vulnerable. Fría, indiferente, silenciosa. El chico sabía en qué se metía y sabía que no tenía derecho a quejarse. Y la amó, como nunca lo había hecho con nadie. Aunque doliese, aunque lo lastimase, aunque costase, aunque tuviese que aprender a conformarse con los trozos disueltos en lágrimas de un pobre corazón demasiado débil como para volver a querer. Y se arriesgó. 

Y la tuvo. Besó sus labios, sostuvo su mano, fue suya en cientos de noches. La hizo reír y se prometió que nunca la dejaría volver a llorar. Y fracasó. Ella nunca le dijo que por las noches la angustia le carcomía el pecho, jamás mencionó los frecuentes ataques de pá nico ni dejó entrever las marcas inequívocas de una noche en vela. Pero él lo sabía. La sentía revolverse de miedo, de tristeza, algunas noches a su lado, mientras pensaba que él ya dormía. La notaba ausente. No se dejaba ayudar y él tampoco podía hacer mucho más. Ella nunca olvidaría. Jamás dejaría ir ese pasado al que se aferraba desesperadamente. No pararía de soñar con su regreso.

Y así fue como, un día y de repente, todo terminó. Ante la mirada seca de la chica que nunca lo querría, él lloró diciéndole que ya no podía soportarlo más. Que nunca había funcionado y que no tenía sentido seguir fingiendo otra cosa. Respiró hondo y se secó las lágrimas antes de imprimir en su boca el último beso. Se prometió que no daría la vuelta y regresó a casa con los labios aún sabiéndole a ella. Sabía que era su hora de sufrir. Que no la olvidaría. Que siempre la querría. 




Y esta noche entre sueños la Luna le susurrará al chico del cabello desordenado y los grandes ojos oscuros que aquella triste chica del corazón roto y los sueños imposibles sigue pensando en él.



Se miran. Saben que se quieren. Que se extrañan. Que se necesitan. Ninguno habla. Ninguno se mueve. Esperan. Uno frente al otro, registrando con la mirada todo lo que el tiempo hizo con sus cuerpos en los últimos casi tres meses. Un mechón de pelo más largo, un nuevo lunar, una coloración ligeramente distinta en la piel. Él lleva una camisa gris que no recuerda haberle sacado jamás y en su tobillo izquierdo ella exhibe una delicada cadena de plata. Están iguales, después de todo. Comiéndose con los ojos, sin atreverse a romper la última barrera. Ella sabe que es su turno. Que no va a ser él el que hable de sentimientos ni prometa cosas. No esta vez. Abre la boca. El corazón le palpita, rápido y con fuerza; no puede emitir sonido. Así que calla. Lo mira y él le devuelve la mirada impaciente, mirándola con esa angustia que se le ha clavado en los ojos. Con ganas de irse pronto, antes de sucumbir. Ella respira profundamente y se resigna. Habla rápido, mirando al suelo, casi en un murmullo.

— Te quiero.

Él le clava la vista y la mira con el ceño fruncido. Ella respira agitadamente, con el rostro cubierto por un suave rubor.

¿Qué?

Que te quiero. Tal vez siempre lo hice. Sólo que no me di cuenta. O tal vez no; tal vez necesitaba perderte para empezar a hacerlo. —sonríe— Soy una idiota. Pero sí, te quiero.

Él no dice nada. Sólo le devuelve la sonrisa y se le acerca en silencio. La mira de arriba abajo, recordando las curvas que tantas veces se amoldaron a las suyas. Le apoya una mano en la cintura y, con la otra en su nuca, la besa.

Y ambos saben qué significa. No necesitan más palabras.

07 enero, 2010

Y es que cuando estoy con vos nada más parece importar.—

Raptarte una noche de improviso y obligarte a olvidar el mundo tras la puerta cerrada con llave. Parar los relojes en el segundo exacto en que mis ojos se detienen, ardientes, en los tuyos; en un mutuo y silencioso acuerdo.  Llenarme de ellos y de la manera en que me mirás, temeroso y expectante por dar el primer paso. Y sí, romper de una vez por todas las distancias. Romper con los esquemas, romper con las convenciones. Destruir esa espera que nos está quemando de a poco. Tomar revancha del aire que se interpone entre nosotros y no dejarle un espacio en el que colarse. Tocarte como nunca antes pude hacerlo. Desgastar tu cutis de tanto acariciarlo y volverlo a engrosar a base de besos. Pasear por esas zonas sensibles de tu piel, despertándote escalofríos y animándote a hacerle caso a tus instintos, a satisfacer tus más locos e impúdicos deseos.


Y que vos también me toques de mil maneras diferentes; con afán casi salvaje, con imperiosa urgencia, con apuro demandante, lascivo; incontenible. Hacerme agua entre tus manos para caer cual lluvia copiosa sobre cada recoveco de tu cuerpo. Imparable. Insaciable. Impaciente. Indomable. Inundándolo todo de ganas, de pasión, de deseo. Dejarte nadar en mí y hacerte naufragar ahí donde los sentidos se fusionan, donde mis piernas —y quizás también el mundo— se terminan. Ahí donde vos y yo nos hacemos uno.


Convertirme en protagonista de tus más perversas fantasías para después volverlas realidad. Convertirte a vos en mi droga personal, en mi vicio más arraigado. Encadenarme a tus labios para convertirme en esclava de tus besos. Anudarme a tus manos para ya no poder alejarme de tus caricias. Olvidarme de mi nombre de tanto gemir el tuyo. Arrancar de tu piel a mordiscos las huellas que amantes pasadas dejaron y marcarte con las mías propias. Llenarte de ellas y declararte a vos, tu cuerpo y tu alma de mi entera y exclusiva propiedad. Mío. Mías tus madrugadas, míos tus brazos. Mío el derecho a tocarte, mías las sílabas por las que clamas. Mío el tacto que te hace enloquecer, mías las gotas de sudor que surcan tu nuca en las noches de pasión.


Entregarte servidos en bandeja cada uno de mis latidos para que compongas con ellos una melodía sobre la que yo pueda plasmar en letras todo aquello que podríamos hacer los dos, robándote uno que otro rubor, de esos que se te dan poco pero maravillosamente bien. Y mirarte. Mirarte mucho. Y descubrir el momento exacto, preciso en que dejás de ser el chico bueno y educado que despierta sonrisas tontas y te convertís en esa inexplicable fuerza magnética que invita a la sinrazón. Y adorarte en ambas fases de forma distinta, ciega y descontroladamente. Quererte con o sin ropa. Quererte sin clichés, sin frases cursis, sin esperas, sin inhibiciones, sin distancias. Quererte con locura, con ardor, con entrega; con ganas de quedarme por siempre ahí en tu cama, hablando de nuestros sueños desquiciados entre beso y beso. 


Y volver a caer en tus brazos, lista para otra dosis de tu sabor. Perderme entre tus piernas esperando nunca encontrar una salida. Sentir cómo tu lengua se cuela en esos lugares que nunca antes nadie tocó, haciéndome enloquecer lenta e irrevocablemente. Enredarme con tus sábanas, perdiendo el sentido del tiempo y el lugar mientras el vaivén de caderas corta una a una las ataduras que me ligan al mundo y adormece mis miembros. Ver el brillo pecaminoso de tus ojos en el instante justo en que el placer tense mis músculos y me obligue a morderme los labios para tragarme las ganas de gritar. Y llegar juntos a ese punto álgido de pasión que nos hace clamar por más. Rogarte que no pares, que quiero sentirte dentro. Hundiéndote tanto en mí que casi puedas rozarme el alma.


Dejarme hipnotizar por la cadencia lujuriosa de tu respiración agitada, salpicada aquí y allá con los fuertes y despreocupados acordes de tu risa. Deleitarme con el resonar rítmico de tu corazón, acostada en tu pecho mientras tus dedos vuelven a hacerme estremecer, grabando dibujos en mi piel. Sentir que ninguna cercanía le es suficiente al desesperado ansía de tenerte. Descubrir esa nueva fuerza que me nace bajo el estómago y me crea una sed casi enfermiza de vos. Que me hace querer irrumpir en tu ser sin pedir permiso, con fogosidad avasallante, rozando la violencia. Que puebla mi mente de imágenes que exigen ser materializadas en la realidad. Que ofusca mi razón y me invita a zambullirme en esa inconsciencia que sos vos así; en estado puro, al natural. Que me hace desearte. Y pegar mis labios a los tuyos con ansiedad rayana en la furia. Explorar tu boca con mi lengua en una libertina invitación al delirio.


Pasar horas bailando al ritmo desbocado e irrefrenable que nos impone la necesidad de fundirnos el uno en el otro; precipitándonos hacia el éxtasis, ahogándonos en el gozo ilimitado de sentirnos tan cerca. Tatuándonos mutuamente todo tipo de señales de nuestra mutua pertenencia.Y que el sol nos encuentre con el cabello alborotado y las mejillas encendidas, queriendo prolongar el momento indefinidamente. Agotados, felices. Empapados en esa esencia especial y particularmente excitante que impregna el ambiente cuando estamos juntos. Que la luz del alba ilumine los vestigios de nuestro encuentro, tiñéndolas de realidad. Los zapatos tirados por ahí, la ropa en el suelo, las sábanas que a duras penas cubren los cuerpos exhaustos, marcados de cientos de maneras distintas. Y saber que esto es lo que quiero, ahora y siempre. Vos y yo obedeciendo esos impulsos que se evidencian en el aire que envuelve nuestra proximidad. Vos y yo robándole tiempo a los días para estar juntos. Vos y yo alejándonos del mundo para adentrarnos en esa realidad más palpable que sólo nos pertenece a nosotros. 

Vos y yo sumergidos en el deleite excesivo de dejar de ser dos.

13 septiembre, 2009

Quiero escucharte hablar un idioma hecho de silencios.-

Vamos, decilo. SÍ, eso. Decime todo eso que se nota que tratás de expresar cuando me mirás a los ojos y ambos callamos a la espera de que el otro se anime. Sé que hay algo ahí. Más allá de los silencios y las miradas de reojo. Más allá de los suspiros y los deseos reprimidos. Animémonos y gritémoslo. Aturdámonos con palabras mudas formadas por los sonidos de nuestras caricias y las sílabas de los acelerados latidos de nuestros corazones. Contame todo con los ojos, que sé que lo voy a entender. Te responderé con un batir de pestañas y me acercaré a vos. No, no hables. Ya es tarde para palabras. Ya ambos lo sabemos. No importa si pasaste horas pensando en la mejor forma de decirlo. Ahora ya pasó el momento en que habría funcionado. Una vez me dijiste que nunca fuiste bueno con las palabras y que no sabes darte a entender. Dijiste que por eso te gusta hablar conmigo; que entiendo tus silencios e interpreté tus gestos. Ahora es nuestro oportunidad entonces. Pongamos en práctica ambas capacidades y entendámonos sin palabras. Hagámoslas inútiles. Tengamos silenciosas conversaciones usando solo el lenguaje de tus manos, mis sonrisas, nuestras miradas y el fluir de los minutos y las horas. Escapémonos de la rutina de la voz y reemplacémosla por los sonidos de las pestañas al cortar el aire, las manos al buscarse mutuamente y las respiraciones al agitarse. Dejemos en el pasado todas las horas de angustia ante la perspectiva de seguir callando, todas los intentos de hablar frustrados por el miedo, todas las veces que nos odiamos tras la decepción del silencio ajeno, cada una de las veces que intentamos (inútilmente, cabe aclarar) olvidarnos, esos días en que soñamos con dejar de querernos, esas lágrimas que vertimos a escondidas creyendo que nunca estaríamos juntos, ese recuerdo que nos lastimaba cada vez que volvía y  aquella canción que sonaba mas fuerte en nuestras cabezas cuando nos veíamos obligados a separarnos otra vez con la frustración de seguir guardando aquel secreto que a viva voz gritaban nuestros cuerpos,

Contame eso que ambos sabemos, que lo quiero escuchar. Quiero escucharte decirlo todo sin sonido alguno.

04 agosto, 2009

Cansada de simular que no quiero fundirme con [en]vos.

Vení, acercate, que voy a decirte al oído todas esas cosas que mi cuerpo te grita y que me da pudor decir en voz alta. Voy a darle palabras a todo eso que ya sabés porque vos lo estás provocando. Voy a pedirte que le hagamos caso a nuestros instintos y ya no nos detengamos. Quiero que me toques como hace tiempo no lo hacés; de esa manera lasciva, impúdica, desvergonzada. Que me toques y se me agite la respiración, se despierten todas mis terminaciones nerviosas y se me nuble la mente (quiero olvidarme de quiénes somos). Quiero que nos comamos a besos en la cama de un hotel barato e impersonal. Quiero que cada milímetro de mi piel conozca tus labios. Mordamos, chupemos, acariciemos, toquemos, gimamos, gritemos. Quiero que mi cuerpo choque contra el tuyo y me lleves más allá de lo que pueda imaginar. Te deseo. Deseo tus manos, tus labios, tu lengua. Recorré con ellos mis piernas y detenete en esos lugares que sabés que me ponen la piel de gallina. Arrastrémonos juntos por las sábanas de segunda mano e impregnémoslas con nuestro sudor, nuestro aliento y nuestras palabras. Dejemos que vaguen nuestras manos en ese terreno desconocido que es el cutis del otro. Abandonemos el mundo por unas horas y encerrémonos a vivir entre cuatro paredes de pintura descascarada lo que nuestros ojos se ruegan con ardientes miradas. Animemonos a quitarnos con la ropa todas las precauciones, los miedos y las apariencias. Enloquezcamos de pasión una tarde nevada y convirtamos el cuarto en una siesta soleada. Palpemos el deseo entre los dos y démosle rienda suelta a la imaginación. Dejemos que nuestros cuerpos se entiendan sin palabras, porque nuestras bocas están ocupadas y de todas formas ya no tenemos aliento ni voz para pronunciarlas. Ahoguémonos en la locura desenfrenada del momento (quiero naufragar en vos). Derritamos esa pared que se erige entre ambos y toquémonos. Deshagámonos una y otra vez a base de caricias.

Quiero recostarme a tu lado y charlar de lo raro que es todo esto. Hablar de banalidades sin mencionar el futuro ni los sentimientos. Vestirme mientras me comés con los ojos y no terminar de hacerlo antes de estar de nuevo junto a vos. Alborotarte el pelo y volver a mi casa todavía con tu olor entre la ropa y una que otra marca de tus labios en la piel. Mentirle a todos cuando me pregunten dónde estuve y con quién. Callar el secreto que se hace palpable entre los dos cuando chocamos las miradas y sonreímos con las mejillas apenas encendidas. Regresar a mi vida normal; soñando con otro y sin que tu esencia se cuele entre mis pensamientos. Quiero abandonar ese hotel de tercera y dejar ahí nuestra historia. Dejarla escondida en un cuarto de número desconocido y sin llevarme nada que pueda recordarme a ese momento que nunca debió pasar pero que gracias a Dios pasó. Quiero sólo una vez. Probarte para no desearte más. Saciarme de vos para ya no tentarme con ese magnetismo que tenés sobre mí. Hastiarme de tu sabor, tu voz y tu roce para ya no anhelarte nunca más.

28 mayo, 2009

Dejando tu recuerdo enterrado entre papeles viejos.

Te quiero, pero ya no más. Estoy harta de tenerte aquí en mi mente, en mi corazón; carcomiéndome, lastimándome. Voy a dejarte ir. Vas a estar lejos de aquí. Muy lejos. Quiero que seas un viejo y polvoroso recuerdo en mi memoria. Un eco de aquel al que alguna vez amé. Voy convertirte en menos que la sombra de una cicatriz en los despojos de corazón que me dejaste. No serás más que imágenes difusas anexas a una vieja canción de amor. Un fantasma sin cadenas que arrastrar y sin voz con la que lanzar aullidos atemorizantes en las noches que no pueda dormir. En esas noches que le pertenecían a tu recuerdo. Y que hoy quiero recuperar. Ya no habrá nada tuyo en mí. Ni un resquicio de tu sonrisa o un relámpago de tu mirada o un soplo de la brisa de tu voz. Y ya no habrá nada mío que te pertenezca. Ni mis noches, ni mis sueños, ni mi vida, ni mis besos, ni mis anhelos. No voy a darte nada más. Quiero ser mía y estar completa. Y que cuando sonría esa sonrisa sea plena, sea sincera, sea real. Y que cuando respire no me sienta ahogada si tu perfume no llega a cada célula de mi cuerpo. Y que mis ojos brillen ya no de lágrimas, sino porque puedo ser feliz aunque no estés. Y que mis horas transcurran una a una sin la lentitud que les imprime el ansia de tenerte cerca. Y que mi cuerpo ya no busque refugio entre tus brazos. Y que mis pies no vuelvan a llevarme inconscientemente hacia vos. Y si lloro, que sea por otro. Y si amo, que sea a otro. Y si me entrego, me completo, me destrozo, me derrito, me ahogo o me río, sea por otro. Que sea otro el que llene mis sueños y acelere mis latidos. Otro el que me quiera, me bese, me abrace, me odie, me desprecie, me abandone, me lastime. Otro. Un hombre diferente en un ambiente distinto. Ya casi puedo saborear esa independencia de vos, como si ya la palpase; ya la viviese. Casi puedo sentir la libertad. La felicidad. Sin vos. Como hace tiempo que no logro concebirla. Está ahí, casi cerca. No es nueva ni conocida. Ni sueño ni realidad. Ni siquiera es del todo mía. No es real, no es corpórea; pero casi. Y está ahí. Latente, paciente. Esperándome. Aguardando el momento en que pueda sacarte de mí. Ese instante en que pueda nacer de nuevo y ser feliz. Sé que no puede falta mucho, te siento tan lejos ya. Una imagen difusa, intermitente. Un mal sueño que no llegó a ser una pesadilla y del que estoy despertando. Una ilusión que mañana por la mañana ya no recordaré. Casi tan leve como el dolor de un hueso roto y mal soldado en un día de humedad; casi tan lejana como la tarde ventosa de julio en la que te conocí y creí que me harías feliz. Te vas de mí. Te estás yendo. Y no voy a detenerte, porque eso es lo que quiero.
Quiero caminar por el parque una tarde fría, con las manos en los bolsillos y el sentimiento de que quererte quedó atrás.
Quiero ver el anochecer desde la terraza del edificio más alto de la ciudad y sentir que el dolor se perdió entre las personas, los autos y las esquinas.
Quiero despertarme por la madrugada y tomarme una taza de té muy caliente, tanto que me queme cada atisbo tuyo que quede en alguna parte de mí.
Quiero dormirme escuchando la lluvia nocturna, consciente de que no volverás a lastimarme.
Quiero levantarme una mañana nublada y no acordarme de quién sos.

06 mayo, 2009

Me llevás al infierno ciento cincuenta veces por minuto y me devolvés a la tierra sólo con una de tus miradas. Me ignorás. Me maltratás. Me matás. Me resucitás. Me lastimás. Mucho. Muchísimo más. {No te importa}. Estás metido dentro mío. Muy dentro. Envenenando cada célula con tu olor. Sin dejar nada vivo {o sin vivir por vos}.

Herime. Matame. Destruime. Hacé conmigo lo que quieras. Pero quedate. Porque mientras estés conmigo, el mundo sigue acá. Te vas y todo da lo mismo. El cielo, el sol, la gente, yo. Yo no soy. Me convierto en menos que nada. Tu roce me hace ser y el calor de tus manos, respirar. Vivo por quererte y por quererte muero. Porque me matás. Sin piedad, rompés mi alma, mi corazón. Pisás los pedazos y casi podría jurar que re reís. Después, pedís perdón. Y decís que me querés. Y yo cedo. Estúpida, ingenua, crédula, tonta enamorada que te quiere y por quererte sufre, ríe, llora, duda, enloquece, {te} espera, {se} miente, {te} perdona, {se} abandona, {te} extraña, intenta, sangra, cae, se levanta {para volver a caer}, muere, vive. Por vos.

No puedo más. Pero quiero. Y dicen que querer es poder. Todavía queda sangre y lágrimas que derramar. Sigo viva y me queda vida para dar{te}. Mientras pueda seguir respirando las dulces notas que componen la melodía de tu voz y alimentándome a base de la luz que emana de tu sonrisa. Mientras quede la esperanza de yacer en tus brazos; así, casi de casualidad. Mientras pueda soñar{te} y esperar{te}. Mientras continúes aquí, cerca. Mientras tenernos sea posible {Porque me tenés. Y lo sabés}. Mientras tu aroma y temperatura corporal me vinculen al mundo. Mientras no tenga que abrir los ojos para sentirte, consciente de que no hay otro tacto que me provoque el temblor de piernas, los escalofríos y la electricidad que vos suscitás en mí. Mientras seas el {único} causante de mis sonrisas voy a permanecer acá. Hasta que tus ojos ya no estén y no hayan razones para seguir. Hasta que ya no estén tus labios para curar a base de besos mi heridas. {Heridas que vos provocaste y vas a volver a abrir. Como siempre hiciste}.
Te quiero. Y ese es mi error. Me abandono en tus brazos; aunque no te importe, o no lo notes. Me abandono en tus brazos a sabiendas de que está mal. Consciente de que no sos lo mejor para mí. Me abandono en tus brazos porque quiero convencerme de que podés serlo. Buscando ese amor que {decís que} me profesás, esa historia futura con la que me ilusionás, los sueños que me contagiás {y que empiezo a creer que son inventos}. Me abandono en tus brazos porque es ahí donde quiero despertar mañana {y al día siguiente y al siguiente}, porque quiero encontrar respuestas, porque quiero conocer tus secretos y besar todas tus facetas. Me abandono en tus brazos porque hace tiempo que ellos son mis dueños, los únicos capaces de curar todo el dolor que genera amar{te}.

Porque sí, duele. Vos dolés. Lastimás. Te quedás y envenenás todo. Y duele. Te vas y ya no hay nada. Y duele. Estés o no estés. Me matás presente o ausente. Me destruís. Me das vida para volvérmela a sacar. Pero es culpa mía, por no aprender a vivir sin vos. Lejos tuyo. Lejos de tus mentiras, de tus sonrisas. Lejos de este pobre intento de felicidad que me estas inventando {y que me creo}, de las palabras bonitas {y vacías} con las que me convences, de la adicción al llanto que en mí generás.

Me llevás al cielo ciento cincuenta veces por minuto y me bajás a la tierra sólo con una de tus palabras {o tal vez más abajo}. Me abrazás. Me besás. Me enloquecés. Me completás.

19 marzo, 2009

La chica sentada en el suelo, apoyada en la pared, llora. No desahoga sus penas de amor porque nunca estuvo enamorada. Los recuerdos no la mantienen en vela porque no tiene buenos momentos que recordar. Sus lágrimas no son producto de injusticias porque ni eso ha querido darle la vida. Llora porque no tiene fuerzas, porque su mundo va demasiado rápido como para alcanzar a comprenderlo. Llora porque tiene miedo. Le asusta la soledad, el estancamiento, el FRACASO. Y eso es lo que ve en su futuro: miles de deseos jamas concretados, continuos anhelos jamás alcanzados. Ella es frágil, es débil, es inconsistente, casi irreal. Como el material del que está hecha y que la sostiene. Porque su cuerpo se apoya en sueños; su alma empieza y termina en fantasías; su cabeza está sumergida en imaginaciones inconscientes.

Pero ella conoce la verdad. Y por eso llora. Sabe que su cuerpo es sano, fuerte, joven. Sabe que vivirá muchos años más; los suficientes, al menos, para verse fracasada, frustrada, DERROTADA. Sabe que nunca logrará sus sueños y sabe que las fantasías nunca le serán suficientes. Entiende que no nació en el lugar, el tiempo o las circunstancias correctas. Y no cree en las segundas oportunidades. No para ella. No cree en la suerte, en el destino, en la felicidad. Le cuesta incluso creer que exista el amor.

Su cuarto está vacío y la puerta, cerrada. Detrás hay un mundo: padres, hermanos, familiares, amigos. Conocidos sin conocer y desconocidos a los que jamás hablará. El resto. Y hay lugares, los malditos lugares que cada vez parecen más lejanos. Londres. París. Venecia. Nueva York. San Francisco. Atenas. Moscú. Los Ángeles. Tantas locaciones que jamás pisará. Más deseos inconcretos.

La chica llora en silencio. Ahoga miles de sollozos y gemidos que pugnan por salir y mueren frustrados (como ella) en la garganta. No quiere que el mundo conozca su dolor, porque es SUYO. Y los demás no lo entenderían. Los demás jamás sabrán que le duele cada respiro; que cada noche antes de dormirse, cuando las ensoñaciones eternas ya llenaron su cuerpo de angustias, ella quiere no despertarse a la siguiente mañana. No dejará que lo sepan, no se verá derrotada por su propia desesperación. Porque, aunque no lo sea, debe mostrarse fuerte. Aunque por dentro cada día su mundo se derrumbe más, ella tiene que fingir; como hizo siempre. Y como hará el resto de su vida, probablemente.

Se para y respira hondo. No quiere seguir llorando, pero vuelve a perder y vuelve a caer. Se desploma sobre la cama y finalmente, cae rendida (como siempre) sobre el cementerio de sueños, lágrimas y gritos que ha instalado en su almohada.

12 diciembre, 2008

Acostada en mi cama, con la mirada perdida y ningún pensamiento claro en mi mente; sin hacer nada. Sin siquiera buscar dibujos en las tablas de madera del techo, sin siquiera pensar en vos. Y la razón casi amenaza con rozarme, pero estoy protegida contra ella. Mis ojos rebosan de lágrimas que no serán derramadas y miles de gemidos jamás pronunciados se amontonan en mi garganta. En mi mente no dejan de arremolinarse pensamientos difusos que no logro descifrar.

No estás. Ese es un pensamiento claro y una verdad dolorosamente irrefutable. Pero en este momento siento que eso no importa ya. La soledad que ayer me carcomía ya no me toca; estoy protegida, ya lo dije.

Me protejo contra el dolor, la desesperación y la locura. Estoy vacía ahora. Soy sólo un envase que para volver a llenarse necesita una nueva razón de vivir… como vos lo fuiste. No espero tu regreso, no te quiero de vuelta. Lo que necesito es otra cosa, otro amor, otra obsesión, otra necesidad. Vos no sos el único motivo para respirar que existe. Sos el que yo encontré; pero hay otros. Tiene que haberlos. Millones de personas viven sin vos y yo voy a hacerlo también.

Y la busco en las canciones de amor y en los libros; la busco en las películas. No soy lo suficientemente fuerte para buscar esa razón en la realidad… ¿Qué digo? No soy lo suficientemente fuerte para despertar a la realidad, para pisarla, vivirla, respirarla, para percibirla aunque sea. Estoy protegida contra ella también.

Ahora soy una intrusa, saltando de ficción en ficción como si fueran sogas que, si bien no me ayudan a subir, me permiten mantenerme a una distancia prudencial del piso. Soy una lágrima en dolores ajenos, una sonrisa en alegrías que no me pertenecen, un corazón en amores de otros, un personaje más que el autor olvidó escribir.

Es sorprendente cómo es de fuerte el vacío. Yo ayer me desangraba por tu ausencia y lloraba mi necesidad de vos; mis ojos buscaban alguna figura amiga en las cercanías y mi mente inventaba absurdos argumentos para [sobre]vivir. Hoy ya no. Hoy sólo tengo una niebla profunda que rodea mis pensamientos, un mar de lágrimas por llorar, un cuerpo inmóvil sobre la cama y miles de sonrisas perdidas en algún lejano pasado. Apenas respiro lo suficiente para que este roto corazón mío siga latiendo.

Y así, hundida en el vacío, llenándome de él, espero que llegue el cansancio, que mis ojos se cierren y caer en un letargo sin sueños; donde la misma niebla sea dueña y señora. Un sopor tan vacío como mi vida misma, como el ambiente que me rodea, como la mirada de mis ojos, como las sonrisas que suelto para tranquilizar al resto.

Esto es enfermizo. Sé que algún día tendré que despertar y sé que ese día me sentiré morir; que la angustia y la desesperación serán mis compañeras, que las rodillas me temblarán y se me doblarán, sé que caeré muchas veces. Ese día no estaré más preparada que ahora para afrontar todo esto y el tiempo agigantará todos aquellos sentimientos que me carcomerán. El vacío minará mis fuerzas. No es racional entonces permanecer así, en este estado, pero yo ya dije que la razón no llega a rozarme. En mi inconsciencia dejé que este vacío me atrapara y ahora no estoy lo suficientemente consciente como para intentar escapar.


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Odio los vacíos porque estoy llena de ellos.

02 noviembre, 2008


Si supieras cuánto te necesito a veces. Lo mucho que me duele que no estés. Si escuchases mi llanto por las noche… ¡Si hasta casi puedo palpar mi necesidad de vos! La puedo tocar, sentir, oír. La oigo llorar gritando tu nombre, atormentándome. Los recuerdos afloran en mí, son más de lo que puedo soportar. Son demasiado fuertes.

Quisiera saber dónde estás, si te acordás de mí. Si aunque sea recordás lo mucho que te amé. Seguramente no. Debés estar ahora en los brazos de alguna otra. En los labios de otra. Rozando su piel con la yema de tus dedos, haciéndola estremecer como lo hacías conmigo… ¿Te querrá ella? ¿La querrás vos?

Miro por la ventana y veo el Sol. Se ríe de mí, de mi desgracia. La ilumina. No la deja ocultarse, no la deja escapar. Necesito de la lluvia, de la oscuridad. Necesito que me escondan. Necesito que la lluvia me pegue fuerte en la cabeza y me despierte a la realidad. Para dejar de soñar con cosas que no van a suceder. Para dejar de soñar con tu regreso, mi felicidad. Para dejar de vivir en utopías; en fantasías que nunca lograré alcanzar.

Perdí las esperanzas hace tanto tiempo ya. Mi necesidad de vos es más grande de lo que nunca creí. Pero es tiempo de convivir con ella, de dejarla impregnarse en mí, de volverla una con mi cuerpo. De ignorarla.

Pero ¿Cómo hago? Quisiera morirme, desgarrarme, partirme, olvidarme, desterrarme, aislarme, dormirme y ya no despertarme. Deseo matarme, pero ni siquiera tengo el valor suficiente para terminar conmigo.

No soy nada. El tiempo y tu ausencia me han convertido en un ente. Olvidé tantas cosas. Ya no sonrío ¿Sabías? Desde que te fuiste que no lo hago. Tampoco he vuelto a escribir. Me recuerda demasiado a vos. He aprendido a quemar las horas frente a la computadora, diciendo estupideces, soñando con verte ahí, lejano pero real.

Camino por el centro y en cada cara creo verte; en cada esquina me sorprende la sensación de que voy a encontrarte, a chocarte… ¿Cuándo se abrió tanto la distancia que nos separa? ¿Cuándo se volvió tan grande esta maldita ciudad?

05 agosto, 2008

CULPAS



Nuestra historia fue confusa,
hiriente, dolorosa,
punzante incluso tal vez.
Sofocante.

Nunca pudiste aceptar que me querías,
nunca dejaste que yo te quisiera
y nunca dejaste de quererme.
No me permitiste olvidarte,
así como nunca me olvidaste;
y no me permitiste dejarte,
así como nunca me dejaste.

Y si dolió, fue tu culpa.
Y si lloré, fue tu culpa.
Y si sufrí, si deseé morir,
si me odie, si quise estar lejos,
y si mi corazón se rompió, también fue tu culpa.

Fue tu culpa por ser tan complicado
por meterme en un laberinto sin salida
que como premio prometía tu amor
pero que no era más que una mentira.

Fue tu culpa porque no pudiste aceptar
lo que te pasaba conmigo,
porque nunca pudiste entender
que amar se trata de animarse
de olvidarse de los miedos,
y de que el mundo desaparezca
para que sólo quedemos los dos.

Nuestra historia fue confusa,
hiriente, dolorosa,
punzante incluso tal vez.
Sofocante.

17 julio, 2008

PASADO


Anoche te recordé,
estaba oscuro y llovía;
la lluvia parecía gritarme tu nombre
y la oscuridad casi te escondía.

Pensé en ti y en mí,
en que nunca hubo un nosotros.
Recordé que casi fuimos felices,
y no lloré.
No te extrañé

Anoche te recordé;
y preferí dejarte
solo entre recuerdos,
perdido entre sentimientos,
donde no fueras a volver.
Donde serías lo que siempre debiste ser:
PASADO

17/07/08

03 julio, 2008

SIN TITULO


En algún tiempo fuiste mi equilibrio,
mi sostén y mis fuerzas
pero ahora ni siquiera tú puedes ayudarme.
Porque hay cosas más fuertes que el amor,
más grandes que tú y yo.
Cosas que pueden conmigo
y que pronto también podrán contigo

Todavía te amo
y no creo poder dejar de hacerlo jamás,
pero, si quieres, puedes irte
yo tampoco me quedaría
a verme morir de a poco…
¡Te estoy pidiendo que te vayas!
No quiero que me veas así
destruida, corroída
sin ganas de continuar.
Amándote más
de lo que mi cuerpo me lo permite.

Estoy cayendo.
No es tu culpa, es sólo mía,
no supe cuando parar.
Ya te estoy extrañando.
En mi agonía.
En mi dolor.

Siento mi sangre corriendo,
y el palpitar de mi corazón.
Mi cerebro sigue funcionando
pero mi alma no.

Estoy muerta ya por dentro
y eso no va a cambiar,
te extraño desde lejos.
Tú lo sabes,
sólo tienes que comprenderlo.
Ya no hay tiempo,
para nosotros,
para mí

Siempre supe que eras más
de lo que yo podía esperar.
Más de lo que yo jamás tendría.
Era demasiado esperar que me quisieras

Sé que estás sufriendo
así como lo hago yo.
Te juro que no era lo que yo quería

Todo habría sido distinto
si la que eligiese hubiera sido yo.
Pero ninguno pudo elegir;
simplemente sucedió.
No me extrañes
yo también procuraré no hacerlo.
Piensa en mí,
pero sólo como en un hermoso recuerdo
que nunca pudo ser.

1/7/08

21 marzo, 2008

BUSCO

Bueno, este poema lo escribí a mediados del 2005, hace mucho tiempo, pero me gusta bastante y decidí subirlo. Besos.

Busco
Busco en los cristalinos ríos,
en la loca tranquilidad del mar,
busco en los inviernos fríos
y en los otoños también me pongo a buscar.

Busco donde la luz alumbra,
en el campo, en la ciudad.
También busco en la penumbra
yen el aire matinal.

Busco en la risa de la gente,
también busco en su llorar.
Busco en el sol naciente
en lo falso y en lo real

Busco en las montañas,
igualmente en los valles;
también en las madrugadas
y en las cálidas tardes

Busco tras el color de las flores,
en el celeste del cielo;
estoy buscando razones
que me hagan seguir viviendo.

Estoy buscando el amor
que no encontré en ti;
intento olvidar el dolor
que me hiciste sufrir.