{{"Ahi va uno de los prototipos de Dios. Un mutante ni siquiera reconocido por la producción en masa. Raro para vivir y escaso para morir."}}

04 marzo, 2008

SOFÍA



Bueno... este cuento es un poco complicado, según algunas personas. A mí no me parece, pero...
Es un poco largo, pero me gusta bastante. Que les guste.

Por cierto, el nombre es malísimo, ya lo sé.

A veces pienso que lo conocí muy bien, y otras pienso que no supe nada de él. A veces estoy segura de que todo fue real, pero otras me pregunto si no habrá sido sólo un sueño. Es difícil separar la realidad de la fantasía; éstas se han entretejido juntas durante los últimos dos años. Ya no sé qué pasó de verdad y qué soñé, aunque tal vez haya sido todo un largo sueño, no sé.
La primera vez que lo vi creí que estaba soñando. Yo tenía trece años y él, a mis infantiles ojos, se convirtió en Dios. Aunque apenas sabía su nombre y la única forma de verlo fuera a través de un mostrador; aunque tuviese diez años más que yo y aunque sabia que nunca pasaría nada entre nosotros, me enamoré perdidamente de él.
Pero no fue un simple amor infantil, no. Su presencia se metió en lo más profundo de mi ser, mi corazón rebotó en mi pecho ante el choque de nuestras miradas y mi respiración se aceleró cuando me habló.
Y así empezó todo. Mi alma soñó con la suya durante meses, las noches se me iban en suspiros y en lágrimas, mis días se reducían a un inservible montón de horas que se sucedían hasta llegar a esos escasos minutos que sí valían la pena. Él era más importante que nada en el mundo, más que cualquier otra cosa. Yo era suya y, para él, invisible. Él llenaba todos los vacíos, era un conjunto de todas esas cosas buscadas y nunca encontradas en un chico. Amaba el cine tanto como yo, supe más tarde.
Después de meses de verlo cada día, de dirigirle avergonzadas mirada desde atrás de las estanterías y de hablarle lo justo y necesario, me animé a tener una conversación con él. Fue un charla sin importancia; la más importante de mi vida. No me atreví a mirarlo a los ojos por más de cinco segundos, pero cuando lo hice sentí cómo su mirada penetraba la mía y desnudaba mi alma. Sentí cómo leía mi interior. Él no se dio cuenta, pero en ese momento tomé una decisión: lo conquistaría; aunque me llevara años de esfuerzo, lo haría. Porque no había otra cosa en el mundo que pudiese hacerme feliz.
Efectivamente, pasaron varios años. Cumplí catorce años y después quince. Yo ya no era una niña, pero él seguía siendo mi razón de vivir, yo seguía respirando por él. Hasta el día que cumplí dieciséis años, cuando decidí llevar a cabo aquello con lo que mi ser entero había soñado durante años, desde aquel día mágico en el que lo conocí. Así que me encaminé hacia el videoclub. Aunque era de noche yo pude guiarme, había recorrido tantas veces aquel trecho y mi cuerpo se desenvolvía con facilidad en el conocido camino. Pero éste nunca se me había hecho tan largo, las ansías de llegar me carcomían y el miedo, mezclado con los nervios, llenaba cada partícula de mí.
Durante esas tres largas y angustiosas cuadras mi corazón latió con más fuerza de lo que lo había hecho en mi vida. Cuando llegué éste se paró y, por segundos, creí que iba a morir ahí mismo, presa de un ataque de pánico. Él estaba allí, sentado ante la computadora, con su ropa negra habitual, sonriendo con esa sonrisa irónica y amarga que me enloquece.
-¿Necesitabas algo?
-Eh… yo…-¡No! Ya empecé a titubear. Pero decidí que no era el mejor momento para perder mi seguridad característica.-Sí. Venía porque me enteré de que el chico que trabajaba acá…
-¿Cristian?
-Sí, ese. Me enteré de que no va a trabajar más acá ¿Puede ser?-él asintió, mirándome con sus oscuros y grandes ojos, a través de sus cuadrados anteojos sin armazón- y yo quería saber si… si yo podía trabajar acá.
- Y… mirá, yo ando buscando un nuevo empleado, así que, si querés, llená uno de estos formularios y pasate por acá en un día ó dos, yo ahí te digo que pasó ¿Querés?
-Dale, ok.
Lo llené y salí del local con el corazón latiendo a toda velocidad. Pasé por el lugar dos días después; tras dos de los días más desesperantes de mi vida. Nunca había estado tanto tiempo sin verlo desde que lo conocía, y nunca vivir había sido tan difícil. Estaba acostumbrada a tener la esperanza diaria de verlo, la que me daba fuerzas para aguantar la vida. Cuando llegué él me dijo que las otras personas que habían solicitado el empleo no le habían parecido de confianza y que tenía el trabajo.
-Soy Gabriel-me dijo, como si yo no supiese su nombre, como si éste no adornara cada pedazo de papel que se me cruzase en el camino.
-Sofía.-no sé qué me llevó a extender mi brazo, pero lo cierto es que él, riendo, estrechó mi mano y yo sentí que si no explotaba en se momento era porque tenía mucha suerte.
Él empezó a hablar sobre mi sueldo y cosas sin importancia(yo estaba con él ¿Había otra cosa que mereciera la más mínima importancia?). Yo asentía mecánicamente, perdida en sus ojos, en el movimiento de sus labios al hablar, en esa manera de expresarse con las manos.
-Bueno ¿Tenés alguna duda?- aunque no sabía muy bien qué me había dicho, negué con la cabeza.-Ok, nos vemos mañana a las seis.-me saludó con un beso en la mejilla, tras lo cual yo me sentí arder y, jadeando, abandoné el lugar.
Me parece innecesario aclarar que el lugar donde se habían posado sus labios quemó durante el resto del día. Esa noche su figura se me apareció en sueños y, aunque ésto ya era normal, esta vez fue diferente. Esta vez era más alcanzable, casi parecía corpórea. Cuando desperté a la mañana siguiente algo en el aire me dijo que no todo era la basura que yo creía. Había algo distinto en el ambiente, algo que me decía que ese día sería especial.
A las seis menos diez yo ya estaba en el videoclub, lista para empezar a trabajar. Él me vio en la puerta y su rostro se iluminó con una débil sonrisa. Me saludó y apenas reprimí el fuerte deseo de abrazarlo y de decirle que era la persona más feliz sobre la faz de la tierra, por el simple hecho de estar frente a él. Rogándole al cielo que él no advirtiera los acelerados, locos, desesperados latidos de mi corazón; me senté en una silla junto a él y me concentré en mantenerme en la realidad, en no alejarme por ese túnel oscuro y ese mundo de felicidad que me ofrecían sus ojos.
Ese día hubo muy pocos clientes, sólo un grupo de tontas e infantiles niñas de diez años que querían alguna película de Disney; y dos o tres parejas de enamorados en busca de lo nuevo en género romántico.
-Por lo general tenemos una clientela un poco más extensa-me dijo él mientras cerrábamos. Lo saludé-¿Quieres que te acompañe a tu casa?-con el corazón en la boca le dije que sí y emprendimos el oscuro camino de regreso, el cual iba iluminándose por una tenue luz que parecía emanar de él.
Llegamos a la puerta de mi casa en cuestión de segundos, pero cuando yo iba a abrir la puerta él me volteó y se acercó a mí lentamente. Mi respiración se agitó a medida que sus labios se iban acercando a los míos y mis ojos se iban cerrando. Hasta que, por fin, llegó el contacto. Era de noche, pero todo fue alumbrado por un nuevo sol, más brillante, más hermoso y más abrasador que el que se había metido por el horizonte horas antes. Todo mi cuerpo ardió en llamas y por unos segundos creí que estaba alucinando. Pero no, no podía ser así. Yo sentía su mano en mi hombro, sus labios estaban sobre los míos y mis brazos no podían estar abrazando otra cosa que no fuese su cuello.
Nos separamos, aunque yo habría dado mi vida porque aquel momento fuera eterno. Volteé para abrir la puerta y, cuando volví a mirar, ya no estaba. Se desvaneció, así como si nada. Pero… ¿Qué importaba que se hubiera ido, si nos habíamos besado? ¿Acaso podía importarme algo más en ese momento? Ese fue el principio de todo.
Durante los meses siguientes nuestra relación se fue fortaleciendo. Salíamos a cenar, a bailar, éramos felices. Yo abandoné mis estudios y tomé el horario de tiempo completo en el videoclub. Cada segundo que estaba lejos de él no tenía sentido, ni valor ni importancia. Era tiempo desperdiciado.
Él era muy extraño conmigo. A veces se comportaba de lo más romántico, pero otras parecía tan… diferente. Un día, por ejemplo, estábamos en el local cuando entró una mujer y me pidió una película.
-Mi amor…-no se inmutó. No debía haberme oído.-Mi amor… ¡Gabriel!-se volteó, con cara de no entender nada.-Te estaba llamando… ¿Me pasás una copia de “Moulin Rouge”?
-Sí-me la dio.
-Gracias, te quiero.- él frunció el ceño y volvió a lo que fuera que estaba haciendo.
Pero la mayoría del tiempo él era genial. Se preocupaba por mí, me cuidaba, me hacía regalos y pasaba todo el tiempo que podía conmigo. Nunca hizo nada que me molestase, nunca me hizo sufrir, jamás me dio motivos para dudar de su amor ni para desconfiar de él. Porque era simplemente perfecto, más de lo que lo ha sido cualquier otro ser en el mundo. Era todo lo importante que había en mi vida, todo lo bueno. De hecho, él era todo lo que había en mi vida.
Pasaron varios meses. Pasó Navidad y pasó Año Nuevo. Y así fue como llegó su cumpleaños. La mañana de aquel ocho de febrero me desperté y me encaminé hacia su casa. Apenas bajé del micro que me llevó hasta allí me lo encontré.
-¡Feliz cumpleaños!-y lo besé de lleno en la boca; pero él me apartó asustado, casi diría que escandalizado.
-¿Qué hacés, enferma? ¿Qué tenés en la cabeza?
Una lágrima caliente rodó por mi mejilla, pero él ya no estaba allí para secarla. Ya había seguido de largo en el camino hacia donde fuera que estuviese yendo. Cuando su figura se perdió a la vuelta de la esquina yo ya estaba hundida en un mar de lágrimas. Me senté en el cordón de la vereda e intenté tranquilizarme. Agradecí con todo mi ser la llegada del micro y me subí. Durante el camino de regreso las lágrimas manaron de mis ojos sin que pudiese detenerlas. Llegué a mi casa con el rostro surcado por negras líneas causadas por maquillaje corrido. Ignoré las preguntas de mis padres, me encerré en mi cuarto y allí me quedé durante toda la tarde.
Estuve horas intentando entender qué había pasado, porqué él había reaccionado así ¿Es que ya no me quería, acaso? “No, no puede ser” me dije, ahogada entre sollozos”tiene que haber pasado algo, seguro que tuvo algún problema y por eso está así” intenté convencerme.
Eran aproximadamente las ocho cuando apareció él en mi habitación. Se sentó junto a mí y me dijo que lo perdonara y me dio alguna explicación acerca de lo que había sucedido. Yo estaba tan feliz que no me molesté en escucharla. Él estaba arrepentido, no importaba qué había sucedido. Él estaba de vuelta conmigo.
Después de aquel incidente sin importancia todo volvió marchar tan bien como antes. Sus ojos volvieron a dirigirse a mí con miradas profundas, transparentes y llenas de amor; su armoniosa voz sólo llegó a mis oídos en forma de palabras amorosas y sus labios sólo fueron usados para besar los míos. Todo volvió a su perfección anterior, nosotros seguimos juntos y lo demás volvió a dejar de importar.
Poco a poco me propuse crear un mundo aparte para nosotros dos. Un mundo en el que él pudiera habitar feliz junto a mí. Un mundo en el que no nos faltara nada, en el que no entraran las injusticias o los problemas. Donde no existiera nada más que nuestras miradas conectadas y el roce de sus manos, que me hacía flotar.
El tiempo siguió pasando; pasaron las Pascuas y llegó mi cumpleaños. Ese día, además de marcar un nuevo año en mi vida, también marcaba el aniversario del día más importante de ésta. Después de una salida por la mañana y de una tarde perfecta, él y yo salimos a bailar. Yo estaba encantada, ese estaba siendo el mejor cumpleaños que podría haber vivido, y era por él. Cuando ya habíamos bailado durante unas dos horas él se fue al baño y yo me quedé esperándolo. En ese momento sentí una mano en mi hombro, volteé y me encontré con Pablo, un antiguo compañero de escuela. Su presencia me molestó mucho, no quería ver a nadie que no fuera Gabriel.
-¡Ehh! ¡Cuánto tiempo!-me saludó-¿Cómo andás? ¡Feliz cumpleaños!-siguió, ante mi suave afirmativa.- Mirá… hace un tiempo que te quería preguntar, pero como dejaste la escuela no pude… eh…-no podía creer que en algún momento me había caído bien aquel chico- ¿Te gustaría salir conmigo?
Feliz ante la oportunidad de rechazarlo y, de esa manera, quitármelo de encima, le dije:
-Mirá, no es que no quiera, pero yo ya estoy saliendo con alguien. Ya llevamos un año juntos.
-Ah-dejo de sonreír-bueno… después hablamos-me saludó con un beso en la mejilla-Saludos al afortunado que me ganó de mano.- y se fue.
Así siguió transcurriendo el tiempo. Él cumplió veintisiete años y yo lo seguí amando como cuando yo tenía trece y lo miraba escondida. Todo siguió igual, el tiempo pasado no se notaba. Durante los escasos minutos que pasaba lejos de él no conseguía hacer nada bien, su imagen flotaba ante mí recordándome lo mucho que lo amaba y lo poco que apreciaba la vida sin su compañía. Pero cuando estábamos juntos todo resplandecía, los pájaros cantaban y los colores volvían al mundo.
Hasta aquel terrible día, poco después de que yo cumpliera dieciocho años. Llegué al videoclub y me encontré con la peor situación sobre la que he tenido la desgracia de apoyar la mirada: allí estaba él abrazado a otra. Sus labios estaban sobre los de otra y cuando se separaron, vi más ternura en su mirada de la que nunca había visto.
-Hola, Sofía-me saludó como si nada ¿Qué le pasaba, no se daba cuenta de lo que acaba de hacer?- Ella es Vanesa. Es mi novia y nos vamos a casar el mes que viene.
-¿Qué?-mi mirada se nubló por las lágrimas y mi cerebro empezó a trabajar. Miles de imágenes se sucedían sin parar ¿Podía ser que todo lo pasado durante los últimos dos años no hubiese sido más que una fantasía? ¿Podía ser que yo hubiese soñado todo, que mi obsesión hubiese llegado a tal punto?No podía ser, no. Todo aquello tenía que haber sido real, tenía que haber pasado, porque, de no ser así, yo había vivido en un sueño durante los últimos dos años. -Que… q… que b… que bueno.-ahogué un sollozo-¿Te molesta si me voy? Acabo de acordarme de algo.-y salí corriendo del lugar.
Han pasado dos semanas desde aquel día; todavía no sé qué pasó. Dudo que algún día lo vaya a saber. Por las dudas, no volví a verlo nunca más. De nada me sirve, porque su imagen está presente en mi memoria todo el tiempo. Ahora estoy sobre un avión que me va a llevar muy lejos, a donde su recuerdo y el de todo aquello que… ¿pasó? no me pueda seguir, a donde pueda empezar una nueva vida. A un nuevo lugar, un nuevo comienzo.
A veces pienso que lo conocí muy bien, y otras pienso que no supe nada de él. A veces estoy segura de que todo fue real, pero otras me pregunto si no habrá sido sólo un sueño. Es difícil separar la realidad de la fantasía; éstas se han entretejido juntas durante los últimos dos años. Ya no sé qué pasó de verdad y qué soñé, aunque tal vez haya sido todo un largo sueño, no sé.

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